Un cuento corto de mi humilde autoría
sobre una niña enferma.
sobre una niña enferma.
Érase una tarde
Érase una tarde de frío invierno,
una dulce niña oía un cuento,
se trataba uno de ángeles en el cielo
y se imaginaba un paraíso tan bello.
Su mamá, quien amorosamente le leía,
y, en cada pausa, le acariciaba su precario cabello,
día a día su mamá le leía y le bendecía
y al quedar la niña profundamente dormida,
la cobijaba con sabanas de satín, lana y terciopelo.
Esa tarde, al terminar de escuchar el cuento,
la niña le preguntó –mamá, ¿los ángeles tienen alas?-
le contestó suavemente –hija querida,
no todos los ángeles tienen alas
los que nos guían, se les llama de la guarda,
los que nos confortan, se les llama padres,
los que nos alegran y hacen compañía,
son los que llamamos verdaderas amistades,
y, los que con Dios nos llevan, esos, hijita mía,
son los que tienen alas-.
-Mamá, no llores, tú eres mi ángel muy especial
y eres mi consentida, pues siempre me cuidas,
ya estoy muy cansadita y Dios me ha visitado,
lo sabes, me dijo que me llevará al cielo cargadita,
y, allá podré ya caminar, correr y nada me dolerá,
que éste cuerpecito enfermito, polvo será
y es por eso que con su Gracia me bendecirá,
solo cierro mis ojitos, tú y yo, así abrazaditas,
imagino cómo sería caminar y jugar contigo-.
Y así cerrando sus dulces y cansados ojitos,
se fue yendo, se fue soltando poco a poquito,
llenándose el ambiente de aromáticos jazmines
y con una sonrisita en sus labios, junto con su madre
se fueron a jugar a lado de Dios, en sus amplios y bellos jardines.
Érase un atardecer de un frío invierno,
que una dulce e inválida huerfanita,
alcanzó a su madre en el cielo,
y dicen por ahí, que todavía se escucha su sonrisita
en una rosada habitación de un viejo templo.
Piliveryblue
(Pili González)
Érase una tarde de frío invierno,
una dulce niña oía un cuento,
se trataba uno de ángeles en el cielo
y se imaginaba un paraíso tan bello.
Su mamá, quien amorosamente le leía,
y, en cada pausa, le acariciaba su precario cabello,
día a día su mamá le leía y le bendecía
y al quedar la niña profundamente dormida,
la cobijaba con sabanas de satín, lana y terciopelo.
Esa tarde, al terminar de escuchar el cuento,
la niña le preguntó –mamá, ¿los ángeles tienen alas?-
le contestó suavemente –hija querida,
no todos los ángeles tienen alas
los que nos guían, se les llama de la guarda,
los que nos confortan, se les llama padres,
los que nos alegran y hacen compañía,
son los que llamamos verdaderas amistades,
y, los que con Dios nos llevan, esos, hijita mía,
son los que tienen alas-.
-Mamá, no llores, tú eres mi ángel muy especial
y eres mi consentida, pues siempre me cuidas,
ya estoy muy cansadita y Dios me ha visitado,
lo sabes, me dijo que me llevará al cielo cargadita,
y, allá podré ya caminar, correr y nada me dolerá,
que éste cuerpecito enfermito, polvo será
y es por eso que con su Gracia me bendecirá,
solo cierro mis ojitos, tú y yo, así abrazaditas,
imagino cómo sería caminar y jugar contigo-.
Y así cerrando sus dulces y cansados ojitos,
se fue yendo, se fue soltando poco a poquito,
llenándose el ambiente de aromáticos jazmines
y con una sonrisita en sus labios, junto con su madre
se fueron a jugar a lado de Dios, en sus amplios y bellos jardines.
Érase un atardecer de un frío invierno,
que una dulce e inválida huerfanita,
alcanzó a su madre en el cielo,
y dicen por ahí, que todavía se escucha su sonrisita
en una rosada habitación de un viejo templo.
Piliveryblue
(Pili González)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Es un honor y placer ver tu hermosa huella en este humilde y mágico rincón. Mi agradecimiento total y un abrazo muy afectuoso.